EL CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIAL
A partir del primer tercio del siglo XIX en el estado
español, especialmente en Cataluña, se produce el surgimiento y progresiva
organización de los movimientos obreros (vinculados en buena medida al
desarrollo industrial y las deficientes condiciones de trabajo a las que
estaban expuestos los obreros). A partir de las revoluciones europeas de 1848
se produce el nacimiento de diversas escuelas-taller, siendo una de las más
relevantes el Ateneo Catalán de la Clase Obrera, creado en 1861 y en el que se
impartían clases nocturnas para obreros de lectura, escritura, aritmética y
dibujo lineal. En este sentido, en el Primer Congreso de la Asociación
Internacional de Trabajadores se remarcó la necesidad de educación en tres
frentes: el intelectual, el gimnástico y el tecnológico, llegando a fijar un
aumento progresivo del trabajo productivo-formativo en función de la edad del
niño-joven. El creciente incremento de la organización de la clase obrera y su
articulación en los diversos movimientos políticos fomentará un amento de las
experiencias educativas de diverso corte tanto en el marco europeo como en la
Península Ibérica (especialmente en zonas industriales como es el caso de
Cataluña). Las diversas experiencias educativas desarrolladas por asociaciones
obreras nacidas a partir de la revolución Gloriosa (1868) serán canceladas a
partir de la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII (1874).
La figura de Francesc Ferrer i Guàrdia se inserta plenamente
en el momento histórico en el que vivió. Sus planteamientos, acciones y
objetivos son un reflejo fiel del convulso proceso de emancipación y lucha del
movimiento obrero frente a los Estados liberales y al sistema de producción
nacido de la Revolución Industrial. En cierta medida, el objetivo pedagógico de
la Escuela Moderna supone más una reacción frente a los elementos dominadores
de la sociedad y sus metodologías educativas que un proyecto plenamente
alternativo y libre. De este modo, el anticlericalismo surgirá como elemento de
rechazo al gran poder detentado por la Iglesia en la esfera político-social y
especialmente en el marco educativo. El planteamiento de una escuela
antipatriótica se basará en el rechazo de Ferrer frente a la construcción del
Estado liberal en el que, por un lado, el sentimiento nacional justificará la
lucha entre los individuos de los diferentes pueblos históricos y, por otra
parte, en el que los diferentes Gobiernos intentarán controlar y aprovechar
para sus fines el sistema educativo estatal.
Hemos de tener también en cuenta el momento que la educación
vive en el Estado español en la época del autor. Los datos que arrojan las
diferentes pesquisas gubernamentales son esclarecedores. En el caso de
Cataluña, una de las Comunidades más industrializadas y desarrolladas del
Estado Español, vemos como los datos de analfabetismo oscilan entre el 35% de
hombres y 48% de mujeres analfabetas en la provincia de Barcelona, y el 53,27%
de hombres y 70% de mujeres analfabetas en Tarragona, siendo para el total del Estado
español un 52,5% de hombres y un 65,8% de mujeres analfabetas en 1910. Al mismo
tiempo, diferentes consultas e inspecciones realizadas a los distintos centros
educativos muestran el mal estado de salubridad y condiciones, que contribuían
a que, en muchos casos, los centros escolares se erigieran como punto de
contagio de infecciones.
Es en este punto en el que Ferrer tiene especial
sensibilidad a la hora de enunciar dos de los principales elementos que hacen
de su Escuela Moderna un referente innovador para su tiempo: la coeducación y
la higiene en los centros educativos. En el primer caso, cabe resaltar que pese
a que la coeducación se estaba llevando a cabo en otras propuestas educativas,
Ferrer tuvo la virtud de defenderla como eje principal de su propuesta y, al
mismo tiempo, evitar polemizar con los sectores más reaccionarios de la
sociedad (especialmente la Iglesia Católica) claramente contrarios a esta
práctica. Asimismo, la higiene cobra importancia como un derecho del alumnado,
mejorando la salubridad de las aulas y dignificando a la infancia.
De este modo, Ferrer i Guàrdia mantiene una fuerte
coherencia entre sus pensamientos y su aplicación en la vida socio-laboral,
luchando desde el ámbito educativo (mediante la apertura de la Escuela Moderna)
y el divulgativo (mediante la publicación del Boletín de la Escuela Moderna).
Será en última instancia la defensa de los derechos de la clase obrera laque,
en un repunte de la conflictividad social al inicio del siglo XX, acarreará en
primer lugar el cierre de la Escuela Moderna y finalmente acabará con la vida
de su promotor con la excusa de los sucesos ocurridos durante la Semana Trágica
de Barcelona.
LA VIGENCIA DEL IDEARIO DE LA ESCUELA MODERNA
Desde una perspectiva crítica hemos de entender como
incoherentes algunos posicionamientos de
Ferrer como su oposición frente a todo dogma al tiempo que se tendía a
reproducir en la escuela algunos de los métodos o razones empleados por la
Iglesia o por el sistema educativo estatal. De hecho el trasfondo ideológico de
la Escuela Moderna se confunde con la ideología del propio Ferrer, construida
en buena medida a través de su experiencia vital. A partir de esta perspectiva
se entendería su fuerte aversión a la iglesia católica, su desapego respecto a
la estructura familiar (él mismo fue expulsado del entorno familiar por su
padre a la edad de 14 años), o su rechazo al sistema político liberal-burgués
nacido de la restauración borbónica. Sin embargo, ese bagaje vital de una
persona apasionada permitió a nuestro autor defender planteamientos de total
vigencia entre los defensores de la pedagogía crítica en la actualidad. Como es
el caso de la espontaneidad del niño
defendida por Ferrer alejando el premio y el castigo como hilo conductor de la
educación en las aulas (metodología con fuerte presencia en la actualidad). Por
su parte en la Escuela Moderna se defiende la capacidad del niño de cuestionar
los planteamientos expuestos por el maestro.

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